El zarpazo del Gobierno nacional sobre los recursos de la coparticipación de Chubut enfiló a todos los gobernadores del país tras el reclamo de su par Ignacio Torres. La respuesta del presidente Javier Milei frente a este movimiento no podría haber sido más clásica en su mesianismo: “Nunca pensé en mi vida que tendría tantas alegrías juntas con el Principio de Revelación. Además, ver como toda la casta que le ha arruinado la vida a los argentinos de bien se juntan todos para defender sus obscenos privilegios con una pobreza por las nubes me da asco”. Los errores de sintaxis son del original.
Esto, después de un mensaje de la Oficina del Presidente cargado de adjetivaciones, a la que Milei se encargó de adornar al replicarla en su cuenta de X con el título “Desenmascarando la mentira de los degenerados fiscales”.
En realidad, es la brutalidad de los términos de la respuesta a la advertencia de Torres de cortar el suministro de gas y petróleo al país si la Nación no restituye los fondos sustraídos a Chubut lo que esconde una mentira, revelada por el propio mandatario: Chubut ofreció pagar una deuda con la Nación con regalías petroleras y los funcionarios nacionales le bicicletearon en el trámite para que la Casa Rosada tuviera la oportunidad de asestarle el golpe de despojarla de la coparticipación que garantizaba el crédito original.
La coincidencia de esta pijotería burocrática con la sentencia favorable a Chubut en planteo por la suspensión de los fondos para subsidiar el transporte la convierte en una revancha y un chantaje que confirma la línea de disciplinamiento político adoptada por la gestión libertaria: desfinanciar a las provincias para profundizar su dependencia de los giros arbitrarios del Tesoro Nacional.
La solidaridad de los mandatarios con Torres obedece al elemental instinto de supervivencia. Admitir el avance de Milei sobre el chubutense implicaba legitimar un precedente gravísimo y exponerse a represalias similares, además de plegarse a la aberrante interpretación del sistema institucional que el sumo pontífice libertario intenta disimular cada vez menos con apelaciones al “principio de revelación”, ataques a la casta y escraches virtuales quirúrgicos: que los recursos fiscales pertenecen a la Nación y que por lo tanto el Presidente puede asignarlos como se le antoje, por decisión unilateral.
En realidad, los recursos pertenecen a las provincias y el Gobierno federal los administra conforme a leyes, convenios y presupuestos nacionales sancionados por el Congreso. Lo que hace el moralista Milei al disponer de los fondos públicos como si fueran propios es un robo.
¿Cómo se financiaría la Nación sin las contribuciones de las provincias? ¿Sacaría petróleo y gas del subsuelo de la Plaza de Mayo, plantaría soja en las macetas de la Casa Rosada, criaría vacas en la Residencia de Olivos?
El Presidente Milei orienta al país hacia un rumbo demencial y violento. No es incierto: si hay una certidumbre, es que su mecánica de gestión política conduce indefectiblemente a la disolución.
Ayer, retuiteó un posteo de un tal Milei Shelby con una foto del rostro de Torres: “La cara del tipo que se acaba de poner a la totalidad del pueblo argentino en contra”.
¿La totalidad del pueblo argentino? ¿Qué entidad supraterrena le reveló semejante disparate al Presidente?
56% no es la totalidad del pueblo argentino, aunque sea más que el 30% que sacó en primarias y primera vuelta. Los votos de los gobernadores y de los miembros del “nido de ratas” del Congreso son tan legítimos como los de él. En el caso específico de Torres, se trata de un dirigente de 35 años que desplazó un poder de dos décadas en Chubut y pertenece al PRO. Es uno de los emergentes novedosos del agitado proceso electoral del año pasado.
La sociedad argentina está estragada y sus representaciones desprestigiadas.
Con sus delirios, Milei acelera la degradación. A esta altura, tal vez convenga contemplar la posibilidad de que el pueblo le esté demandando un mínimo de sensatez.