El impulso a la reelección de Raúl Jalil tras la reactivación del foro de intendentes peronistas es un fuerte indicio de que la Provincia podría desdoblar su proceso electoral del nacional. Es lo que están pensando todos los gobernadores, que temen verse arrastrados por el pésimo desempeño político del Gobierno nacional y la crisis de poder entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. De hecho, más de uno experimentó en carne propia lo inconveniente de ir pegado a la Casa Rosada el año pasado, con derrotas en las primarias y generales.
El escenario que se insinúa para 2023 es similar al de 2019, cuando la mayoría de los gobernadores separó sus elecciones de las nacionales para blindarse frente a un proceso de evolución demasiado incierta, en el que parecía afirmarse la alianza Alternativa Federal que acaudillaban el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, el por entonces gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey y Sergio Massa.
Cristina Kirchner despejó las dudas en mayo, con la designación de Alberto Fernández como candidato a la Presidencia apenas una semana después de que el gobernador cordobés Juan Schiaretti obtuvo su reelección con cifras arrasadoras. El movimiento de Cristina neutralizó la posibilidad de que Schiaretti jugara en Alternativa Federal y se perfeccionó poco después con la incorporación de Massa.
La estrategia del desdoblamiento está en el caso de Catamarca acotada temporalmente. De asumirla, Jalil debería abrir el calendario electoral local a más tardar a fines de noviembre, porque los comicios tienen que celebrarse indefectiblemente en marzo por imperio constitucional y el régimen local contempla la realización de PASO.
La realización de elecciones provinciales desdobladas de las nacionales con primarias incluidas, por otra parte, sería inédita en Catamarca. El sistema se sancionó en 2015, pero Lucía Corpacci nunca desdobló.
En Casa de Gobierno, varios piensan que asegurar las reelecciones de Jalil y el intendente capitalino Gustavo Saadi en marzo ampliará el margen de maniobra en un contexto nacional volátil y acechado por el desmadre de la crisis. La táctica le dio excelentes resultados al FCS desde que empezó a aplicarla en 1995, hasta que Eduardo Brizuela del Moral se peleó con los Kirchner y cayó en su intento de ir por un tercer mandato en 2011.
Por un lado, la contienda provincial acapararía la atención nacional y un triunfo posicionaría al peronismo catamarqueño.
Por el otro, se acortaría la trayectoria de maduración del cambio que se produjo en el radicalismo con la derrota del sector liderado por el ex senador nacional Oscar Castillo, principal articulador de la oposición durante 30 años.
En este sentido, el oficialismo analiza como una ventaja importante que la oposición local deba concurrir a las urnas con la interna de Juntos por el Cambio nacional aún indefinida. Las referencias nacionales son el principal activo de los opositores provinciales, que se entonarían con un triunfo nacional de Juntos en primarias, por ejemplo.
Conjeturas y maniobras se pondrán más intensas después de la Fiesta del Poncho, pero es improbable que el Gobernador destape el naipe. La presión de la Presidencia para unificar es fuerte, y en cualquier caso conviene mantener abiertas todas las alternativas hasta que no haya más remedio que definir.
El respaldo unánime a Jalil de los jefes territoriales marca la apertura del juego hacia 2023, con un dato importante: la participación del capitalino Gustavo Saadi en la cumbre de Los Ángeles desacredita las especulaciones sobre ruidos internos en la alianza oficialista.
La dupla Jalil-Saadi se afirma hacia la reelección, empiezan las tratativas para cerrar hacia abajo.
Fuente: El Ancasti