«Tengo miedo del encuentro…»

Walter Arévalo vuelve a la marquesina con el SOEM metido en una encerrona que tiene más de una similitud con aquellas a las que lo arrastró su comando estratégico.

La más evidente de ellas es un aislamiento institucional por el cual los municipales capitalinos son los únicos agentes públicos de la provincia que no cobrarán los haberes de mayo con aumento fijado en paritarias, a lo que debe añadirse que otros enclaves de la familia municipal como los becados y los docentes sí percibirá incrementos y bonos.

Esta ingrata situación no puede achacarse a Arévalo, ya que la conducción formal del gremio está en manos de Luis Álamo, que lo sucedió en el puesto de secretario general tras secundarlo durante dos períodos. No obstante, es evidente que el jefe en los papeles sucumbió al estilo de su antecesor y no sería extraño que éste lo haya instigado.

“Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida…”, podría entonar Álamo, quien estuvo muy cerca de los acontecimientos que se desarrollaron entre 2019 y 2021 y pusieron al SOEM al borde de la debacle.

Arévalo saludó la asunción de Gustavo Saadi con un paro en marcha, en el marco de un conflicto que había tenido su pico de tensión cuando un grupo de manifestantes del sindicato habían tratado de ingresar al edificio del Concejo Deliberante durante una marcha. Pretendía que la nueva gestión mantuviera espacios que le habían entregado en la estructura jerárquica municipal, con altos emolumentos, junto a la gravitación en los ascensos y gangas económicas de diverso calibre.

Por ese entonces, buscaba entrar en la conducción de la CGT local y jugaba aliado con ATE, pero el litigio concluyó con un hecho novedoso en el historial de las luchas sindicales: fue el propio SOEM, y no la patronal municipal, el que solicitó a la Dirección de Inspección Laboral la conciliación obligatoria.

Esta extraña inversión de papeles sumaba otros retrocesos como la anulación de la “cuota solidaria”, descuento compulsivo a los municipales no sindicalizados que se depositaba automáticamente en las cuentas del gremio, la declaración con el voto unánime de la recolección de residuos como “servicio esencial”, la instigación de un embrión de sindicato de empleados del Concejo Deliberante y la posibilidad de una multa millonaria al SOEM por no haber levantado el paro luego de que fuera declarado ilegal.

Algunas de estas de derrotas no se completaron por decisión del municipio, pero quedó claro que el conflicto había expuesto al gremio debido a las veleidades de cogobierno de su secretario general.

En otra disputa, ya entrado 2020, tuvo que volver a pedir la conciliación obligatoria, después de que lo metieran preso por escraches sin que a ningún sindicalista ni a nadie fuera de su círculo más estrecho se le moviera un pelo.

En 2021 se postuló como precandidato a concejal y acaudilló otra rebelión que dilató, como ahora, las negociaciones para los aumentos de los municipales capitalinos.

El derrotero del paro en curso sigue el mismo rumbo de desatinos, con una diferencia: el municipio no planteó aún la ilegalidad de la medida de fuerza ante la DIL.

El SOEM pidió un aumento del 50% y convocó de inmediato al paro por tiempo indeterminado sin esperar contrapropuesta.

Arévalo pasó de una participación discreta al protagonismo extremo ayer, ya reasumida la desesperada estrategia de los micropiquetes para disimular el escaso impacto del paro en la prestación de los servicios municipales con la obstaculización del tránsito. Reincidió, como era de esperarse, en su autopostulación como payador perseguido y en las ingeniosas chanzas con que constela su inflamada verba.

Los resultados hasta ahora de su genio estratégico son que los municipales no tienen aumento. La retórica escala, pero el saldo es ése y los municipales lo advierten. Ya el problema excede a Saadi y complica, aunque no se dé o no quiera darse cuenta, a Álamo, quien se interna en la inconveniente senda de erosión institucional que transitó su jefe y mentor.

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