Editorial
La fuerte recesión autoprovocada por el programa económico aplicado por Javier Milei está logrando marcas históricas negativas en productos esenciales en la mesa de los argentinos. El consumo de carne vacuna, por ejemplo, es el más bajo en lo que va del siglo: 47,7 kilos por año por habitante, que resultó 17% menor al registrado en igual período de 2023, de acuerdo con lo informado por la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina. El de la leche, por su parte se desplomó un 17,3% (datos del Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino) y es “el año de menor consumo que se tenga registro” en el país.
La carne y la leche son las dos fuentes más importantes de proteína, y por ende alimentos clave para la salud y el crecimiento de niños y adolescentes. A este grave problema debe sumársele, en el caso de la leche, la afectación, también muy preocupante, de la cadena productiva, la rentabilidad empresarial y el empleo. En el caso de la carne, la caída del mercado interno como consecuencia de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios que viene desde hace años pero que se profundizó notablemente desde la asunción del nuevo gobierno, se compensa con un incremento de las exportaciones.
Pero la leche no es sino uno de los tantos productos de las economías regionales que muestran sus números rojos en lo que va del año. La Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (Coninagro) construye mensualmente, desde 2018, un semáforo que indica el estado de las producciones agropecuarias. Los colores rojo, amarillo y verde representan el estado de salud de cada actividad en función de tres pilares: negocio, producción y mercado. De las 19 que habitualmente se relevan, doce producciones están en rojo, 4 en amarilla y tan solo 3 verdes.
Están sumergidas en una profunda crisis, además de la producción láctea, la de cítricos dulces, la forestal, los granos, la yerbatera, la vitivinícola, la porcina, la ovina, la de papa, la de miel y la de mandioca. En amarillo se encuentran la producción de algodón, la avícola, la bovina y la de maní. Solo están en verde la producción arrocera, la de hortalizas y la tabacalera, en este último caso por los volúmenes exportables cuyo crecimiento es mayor que la caída del mercado interno.
Los sectores que se encuentran en “zona roja” padecen en términos generales baja demanda por la retracción del poder adquisitivo de los salarios, costos elevados para el esquema productivo precios estancados y exportaciones deprimidas.
Mientras el Gobierno nacional otorga grandes beneficios a las inversiones para actividades extractivistas a través del RIGI, desiste de estimular con políticas activas los sectores productivos de las economías regionales, que en una buena proporción están orientados al abastecimiento del mercado interno, que, a su vez continúa deprimido por una deliberada política de depresión de los ingresos para contener a la inflación. De persistir esta tendencia, el rojo seguirá siendo el color predominante en el semáforo de la economía argentina.