Editorial
Matías Restelli y otro cinco jóvenes que el 30 de diciembre del 2016 llegaron a la Villa de Las Pirquitas para comenzar a tejer la ilusión de ser policías, nunca imaginaron que ese día les cambiaría la vida para siempre. Bajo un calor infernal, casi un centenar de aspirantes a ingresar a la Escuela de Suboficiales comenzaron con las prácticas en el campamento policial. Los jóvenes no contaban con que, además de las inclemencias climáticas, debían sortear los “bailes”, un entrenamiento tortuoso en el que los aspirantes son exigidos hasta que el cuerpo no les da más. A casi ocho años del lamentable episodio los protagonistas, desamparados, esperan la respuesta estatal.
“Yo tenía 26 años. Ya estaba en pareja, con una hija. Había renunciado a mi trabajo como personal de seguridad para prepararme bien y entrar a la Escuela de Suboficiales de la Policía de la Provincia como hace mucha gente, pero me arruinaron la vida”, contó Restelli, uno de los jóvenes aspirantes.
De acuerdo con la investigación, con poco más de 40 grados de temperatura, cerca de 70 aspirantes masculinos fueron obligados (si se resistían o si no podían cumplir con las exigencias serían dados de baja), a soportar “rigorismo físico extremo, continuo e intenso”, luego de tener actividad física con profesores de educación física.
Para Hugo Costilla, el fiscal de la causa, “los aspirantes no tenían voluntad para negarse por el contexto de vulnerabilidad dado por la calidad de aspirantes, a los funcionarios policiales les divertía que quienes no cumplan con la abusiva orden o no la toleren físicamente, deberían pedir la baja voluntaria o serían dados de baja por ellos”.
Debían realizar entre 200 y 300 sentadillas, flexiones de rodillas (saltos de rana) con manos en la nuca y flexiones de brazos entre las 8 y las 11, en pleno verano del 30 de diciembre de 2016, con “exposición al sol y temperatura máxima de 40.2 grados, según el Observatorio Climatológico de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Catamarca UNCA”.
Así como Restelli terminaron hospitalizados Dante Moya, Darío Rodríguez, Martín Barrionuevo, Carlos Sequeida y un joven de apellido Pacheco. Todos con cuadros de disfunción renal. El caso de Restelli fue el más grave ya que quedó con secuelas de deshidratación, anemia, presión arterial variable y una dieta estricta de por vida.
La causa judicial fue intrincada. En un primer momento tuvo trece policías que fueron imputados por “lesiones graves calificadas por ser cometido mediando abuso funcional de miembros de la fuerza policial en concurso ideal”, pero finalmente cuatro siguen ligados a la causa. Son el comisario y quien era director de la escuela, Ramón Marcelo Gutiérrez; jefe de estudios de la institución subcomisario Jorge Rolando Romano; y los instructores y ayudantes oficial principal Dardo Damián Diarte y el oficial inspector Ramón Oscar Agüero.
Son conocidas las dilaciones de los procesos judiciales y este caso no es uno más. Con la Policía bajo sospecha y el Estado provincial involucrado en el expediente, la elevación a juicio de la causa parece lejana, para desgracia de las víctimas y sus familias quienes desde hace casi una década esperan una respuesta.