Se impone diferenciarse

El conciliador discurso que Javier Milei pronunció en el cabildo de Córdoba el 25 de Mayo y el empoderamiento de Guillermo Francos, el más mesurado y componedor de los miembros del equipo libertario, como Jefe de Gabinete y reteniendo las atribuciones como ministro del Interior, marca un punto de inflexión en el complejo proceso que se abrió el 10 de diciembre.

A punto de cumplir seis meses, el agresivo componente confrontativo de la gestión libertaria parece eclipsarse ante la necesidad oficialista de congeniar acuerdos con los diferentes actores de un ecosistema político en el que los puntos de orientación cambiaron drásticamente, obligado a reinventarse.

Milei asume atavíos de león herbívoro amenazado por los riesgos del aislamiento. Las tribus ajenas al campamento libertario buscan por su parte ubicación, con los viejos liderazgos sacudidos por las turbulencias del fracaso.

Un ciclo ha concluido, acierta Milei. La morfología del que lo sustituirá es todavía un misterio.

El país asiste a la construcción colectiva de un nuevo sistema, tramada por intereses y aspiraciones cruzadas, a veces concordantes, otras contrapuestos, de los fragmentos del régimen caído.

En este contexto plagado de incertidumbres, conviene aferrarse a las escasas certezas que en otros momentos, no tan álgidos pero de todos modos desafiantes, demostraron ser útiles para evitar naufragar en los temporales.

La identificación clara de los intereses provinciales y el alineamiento en su defensa es quizás la más importante de ellas.

En el marco de la tensión por la distribución de recursos fiscales entre la Casa Rosada y las provincias, en la que el Gobierno nacional ya dio muestras de su disposición a priorizar el área metropolitana, este elemento adquiere importancia capital como aglutinante político.

Más que nunca se impone la necesidad de fortalecer un esquema catamarqueño autónomo, que permita desmarcarse de condicionamientos que se trafican como estrategias nacionales cuando en realidad obedecen a muy concretos intereses regionales.

El caso de la facción kirchnerista afincada en el Conurbano, que pasa por una severa crisis, es ilustrativo al respecto. El kirchnerismo pretende mantener el control sobre todo el peronismo asignándose una representatividad que cabe poner en duda más allá de los límites metropolitanos. Tras esa meta, no se priva de acuerdos bajo cuerda con los libertarios para beneficiarse, mientras torpedea cualquier amague de juego autónomo de los distritos del interior con el propósito de arrastrarlos en sus maniobras y, obviamente, utilizarlos en sus negociaciones.

Frente a esto, la provincia requiere tanto blindarse de los eventuales perjuicios que podría acarrear el orden en proceso de construcción, como mantenerse alerta para obtener provecho si las ocasiones se presentan.

Como ejemplo de la conveniencia de esta actitud basta remontarse a la Presidencia de Mauricio Macri, cuando los diputados nacionales del peronismo catamarqueño conformaron un bloque propio para diferenciarse y definieron sus posicionamientos de acuerdo a los beneficios que representaran para Catamarca. Llevaron adelante ese trasiego parlamentario sin abdicar de su identidad justicialista.

Si en aquellos tiempos en los que la escena no estaba tan hiperfracturada el mecanismo fue eficaz, no se advierte por qué no lo sería ahora.

Una diferenciación nítida de las representaciones catamarqueñas, sumada a alianzas de orden regional como son la Mesa del Litio y la Mesa del Cobre, o las ligas del NOA y el Norte Grande, contribuiría a visibilizar la provincia y potenciar su gravitación en el teatro nacional.

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