«Poncho mío, viejo poncho…»

Opinión
La Fiesta del Poncho registró en los últimos cuatro años un crecimiento sostenido y sin precedentes en su más de medio siglo de historia.

El show de Carlos “La Mona” Jiménez en un Estadio Bicentenario copado por más de 15 mil personas, que cerró diez días de Predio Ferial al tope, fue un símbolo de la amplitud y variedad que ha alcanzado el evento durante la gestión de la ministra Daiana Roldán. No es la primera vez que un cuartetero se presenta en la fiesta, pero “La Mona” es una figura mitológica del género y le puso el broche de oro a una cartelera que no dejó prácticamente ninguna expresión artística sin manifestar, del folclore más puro de las coplas con caja al rock.

El eclecticismo en la agenda de música y danza refleja la oferta desplegada desde el núcleo original de los artesanos hacia emprendedores de las actividades más variadas y empresas de gran envergadura, en una expansión similar a la que se da en el campo gastronómico.

Al Patio inaugurado en 2022 se sumaron el Patio Cervecero y el Mercado Cultural. De este modo, hubo cuatro escenarios en los que se presentaron propuestas para todos los gustos: tres en simultáneo y gratuitos y el clásico Escenario Mayor, único espacio pago.

Participaron más de 2.900 artistas catamarqueños en 235 propuestas, junto a 14 números de los llamados nacionales.

La médula sigue siendo la tradición y la artesanía, pero el resto de las actividades no pueden considerarse de ningún modo tangenciales. Por su volumen y diversidad, el rótulo de fiesta más importante del invierno le queda chico: es una fiesta única, no hay en todo el país ninguna de características similares.

El Poncho demuestra año a año el potencial de la colaboración entre los sectores público y privado, por mucho que estrilen quienes, como el presidente Javier Milei, sólo ven en tal sinergia una fuente de vicios administrativos.

La altura que ha cobrado la fiesta hubiera sido imposible sin la inversión del Estado provincial, que genera las condiciones para que los actores privados, desde los más humildes a los más encumbrados, confluyan en un mosaico de catamarqueñidad concentrada durante diez días que significan trabajo y ganancias.

Los organizadores están analizando los números finos, pero las cifras provisorias son impactantes. Más de 1.400.000 personas pasaron por el Predio Ferial, se vendieron 40.000 entradas para el Escenario Mayor en las siete lunas y más de 15 mil para “La Mona”. Hubo 1.606 expositores, un 25% más que el año pasado y 300.000 personas asistieron a El Patio.

El ritmo de la asistencia, intenso y constante, desafió jornadas gélidas y se mantuvo a pesar de la crisis.

Las ventas de artesanías, productos regionales y gastronomía superaron los 5.000 millones de pesos en el Predio. La ocupación hotelera rondó el 80%, sin tener en cuenta el fenómeno de los alquileres temporales de departamentos y casas. En las próximas horas se tendrá un análisis más exacto del impacto general en el movimiento de la economía capitalina.

El Poncho salvó el invierno.

No hay demasiado margen para objetar el esfuerzo económico del Gobierno: se amortiza con creces y arroja dividendos incontrastables. Es el capital más importante que tiene la Provincia y su crecimiento parece no tener techo.

El aumento de ventas y público de este año verifica lo acertado de la política adoptada por el Ministerio de Cultura, Turismo y Deportes a cargo de Roldán. Los resultados obtenidos en la edición 2024 estimularon la participación de expositores y comerciantes, en lo que se insinúa como el inicio de un circuito virtuoso.

Cada vez más grande, cada vez más Poncho.

Abrigo en temporada de bolsillos flacos, al “hijo audaz de las vicuñas” no le entran el frío ni el agua. Tampoco le entran balas.

Por su volumen y lo heterogéneo de su propuesta, el Poncho se erige como una fiesta única: no hay otra similar en el país.

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