El ecosistema político va reconfigurándose con discreción en el trasfondo de dislates como la cuestión de Estado inducida por versiones erróneas sobre la mudanza de los perros de Javier Milei a Olivos, las sobreactuaciones ideológicas que tensaron las relaciones diplomáticas con China o las proyecciones ucrónicas desmesuradas de la inflación que celebran el 25,5% de diciembre.
El electorado que asignó a Milei la Presidencia le puso al mismo tiempo los condicionantes de un Congreso hiperfragmentado y la declinación de los liderazgos capaces de ordenar la escena.
Si Milei no consigue aún respaldos irrestrictos, tampoco emergen figuras superadoras de Cristina Kirchner y Mauricio Macri en el campo antagónico.
Todo está en proceso de construcción, es tentativo, demasiado provisorio.
El poder es un fluido que, en busca de cauce, establece su propia lógica. ¿Cuál será finalmente la lógica del período libertario?
El triunfo de Milei dinamitó los canales que había y recién están trazándose esbozos de una nueva hidráulica.
Hay un oficialismo carente de correlato territorial y de gravitación parlamentaria insignificante ante una constelación de tribus que se dividen en dialoguistas y beligerantes a los efectos prácticos, sin que ninguna consiga todavía la consistencia indispensable para prevalecer sobre el resto.
Esta suerte de empate sostiene las viejas referencias de Kirchner y Macri, a cuyos silencios se asigna atinadamente un sentido estratégico.
Están tan apabullados por la victoria libertaria como el resto de “la casta” y esperan que el curso de los acontecimientos les abra espacio para reinsertarse, apostando al impacto del ajuste en el volátil humor de la sociedad que les dio la espalda.
Pero comienzan a insinuarse embriones de un nuevo orden. En la Cámara de Diputados, por ejemplo, Miguel Pichetto encabeza el bloque Hacemos Coalición Federal, que tiene 23 brazos y empieza a coordinar movimientos con legisladores del radicalismo, el PRO y la Coalición Cívica en las tratativas por la Ley Ómnibus.
Las posibilidades de sanción del mamotreto parecen altas, aunque no sería tan ómnibus como lo soñaron sus ideólogos.
El proyecto pisa demasiados cayos y sus beneficiarios inmediatos son demasiado evidentes. Ya son más de 60 las acciones de amparo presentadas en contra del programa, que de sancionarse tal como está demandaría a quienes lo apoyen costos políticos descomunales, en la mayoría de los casos equivalentes a un suicidio político.
Para que pase, es indispensable que la Casa Rosada flexibilice la iniciativa y considere efectos que no tuvieron en cuenta quienes la pergeñaron en la comodidad de las divagaciones teóricas. Ya se produjeron algunos indicios de la disposición oficialista en tal sentido.
Milei requiere interlocutores con masa crítica permeables a negociaciones.
Los gobernadores recortados por le reducción de los ingresos provinciales debidos a los cambios en el régimen del impuesto a las Ganancias son otra cantera para sumar chances de consenso parlamentario a experimentos como el de Pichetto.
Recuperar el volumen de la coparticipación previa la merma de Ganancias es una meta común de los mandatarios.
La caída de la recaudación total proyectada para 2024 es de 3.000 billones de pesos entre Nación y Provincias.