Medio padrón afuera

Conviene moderar entusiasmos y decepciones con dos cifras que, pese a su excepcionalidad, pasaron desapercibidos en las PASO del domingo: el voto en blanco y la abstención reunieron casi la mitad del padrón habilitado para participar.

Es un universo enorme disponible para la exploración de todos los competidores, pero particularmente para una oposición que, partida entre Juntos por el Cambio y los libertarios de Javier Milei, quedó muy lejos del oficialismo.

El voto en blanco se ubicó por arriba del 16 por ciento, una cifra inusitadamente alta. Más de 34 mil catamarqueños se tomaron el trabajo de concurrir a las urnas para expresar su rechazo a toda la oferta electoral.

No puede descartarse que una parte se haya inclinado por esta impugnación debido a que no encontró en el cuarto oscuro la boleta de su preferencia, déficit que los libertarios señalaron desde media mañana, cuando convocaron a buscar el voto de Milei y sus candidatos provinciales a la sede partidaria. ¿Cuántos lo hicieron después de comerse la cola en las escuelas? ¿Cuántos metieron el sobre vacío? Grandes preguntas imposibles de responder.

El caso es que el voto en blanco se ubicó como tercera fuerza, con números por los que le corresponderían unas tres bancas de diputados.

La abstención, en tanto, también fue inusualmente elevada, por encima de la media nacional: casi el 37% del padrón, 158 mil votos.

En este caso, la conducta obedece a factores más variados que el voto en blanco, que puede leerse sin demasiado margen de error como un repudio activo e incluyó humoradas como el voto a Lionel Messi. Es una actitud pasiva que puede obedecer al rechazo, la indiferencia hacia la política en términos generales, la ausencia de propuestas que entusiasmen o la mera desidia.

En cualquier caso, si los votos obtenidos por las distintas fuerzas se correlacionan con la totalidad del padrón y no con los votos válidos, los porcentajes se desploman brutalmente.

Unión por la Patria capturó el 29% de las preferencias, y no el 55.

Juntos por el Cambio, el 14,%, no el 27; La Libertad Avanza el 8,2, no el 17.

Es un síntoma de deslegitimación del sistema al que ninguno de los participantes de la contienda se ha referido hasta el momento y que desafía sobre todo a las fuerzas que se arrogan representaciones antagónicas a las del oficialismo. Salvo Jalil y Gustavo Saadi, ninguno de los precandidatos sacó mayor cantidad de votos que el blanco.

Los números dan para analizar si la legislación electoral se corresponde con la realidad de la representación institucional y cuánto tiene que ver el desfasaje, eventualmente, con la irrupción del fenómeno Milei que tan afligida tiene a la política tradicional.

Como los propios libertarios locales admiten, su desempeño no se debió a méritos propios, sino a la tracción de la figura del líder que amenaza con acceder a la Presidencia para inquietud de todos los que lo subestimaron y supusieron que podía servirles a sus alquimias de ingeniería proselitista.

El gran interrogante es si la extensión del tsunami, que arrasó con victorias en 16 distritos, se sostendrá en octubre, cuando los gobernadores, sacudidos por el cimbronazo, tengan que movilizar tropas para proteger sus legisladores nacionales, que en ocho distritos incluyen senadores.

A excepción de Santa Cruz, debacle kirchnerista en la Patria chica, donde se jugaban categorías provinciales Milei perdió. En Catamarca, CABA y Buenos Aires ganaron sellos de los respectivos oficialismos; en Entre Ríos, el exministro del Interior Rogelio Frigerio, con la escudería Juntos por el Cambio.

Si se consideran esta discriminación en las simultáneas y los exiguos resultados obtenidos por los libertarios en las elecciones provinciales desdobladas, se asiste a un desacople de hecho, decidido por el electorado, entre las realidades nacional y provinciales.

Un elemento que la principal oposición catamarqueña no alcanzó a detectar. Apostó a una ola nacional que terminó siendo antisistema.

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