El mirador político
Además de emparentarse con sus antecesores inmediatos en la incapacidad para extender su liderazgo más allá de su facción, Javier Milei agrega su impronta personal a la familia de los líderes pigmeos con la descomposición prematura de La Libertad Avanza.
Tras la muerte de Néstor, Cristina Kirchner excomulgó a los nestoristas y se encapsuló en La Cámpora comandada por su hijo Máximo. Transitó su segundo mandato radicalizándose cada vez más en un sectarismo ideológico expulsivo.
Mauricio Macri se encerró en el PRO más ultra y excluyó de la gestión presidencial a sus aliados del radicalismo y la Coalición Cívica y al Frente Renovador de Sergio Massa, que le había prestado el respaldo para derrotar a Daniel Scioli en el balotaje.
Alberto Fernández constituye una anomalía, no reúne las condiciones para integrar el grupo: el embrión de su jefatura nunca llegó a afianzarse y fracasó también en su oficio de operador al defraudar las expectativas cifradas en él por Cristina y Massa, los dos jefes políticos del Frente de Todos-Unión por la Patria.
La fragmentación del ecosistema político en una constelación de tribus y cacicazgos es uno de los rasgos más característicos del período 2011-24. El correlato de este proceso con la degradación económica y social habilita más de una conjetura, pero hay un elemento incontrastable: cebados en la grieta kirchnerismo/antikirchnerismo, ninguno de los jefes de Estado que lo protagonizaron pudo reunir en casi cinco lustros el poder mínimo indispensable para revertir o al menos detener la decadencia, por decisiones políticas deliberadas que acabaron sumiendo al país en el descrédito.
Esto es más evidente si se coteja el desempeño de los presidentes de la etapa con el de los anteriores de la restauración democrática. Con la excepción de Fernando de la Rúa, todos ampliaron sus bases de sustentación originales para robustecer las posibilidades de llevar adelante sus programas. Raúl Alfonsín consolidó de este modo el sistema democrático, Carlos Menem derrotó la inflación y estabilizó la economía durante una década y Néstor Kirchner terminó de salir de la crisis de la Convertibilidad afirmado en las bases que le había dejado el interino Eduardo Duhalde.
La breve peripecia de Duhalde encierra una clave que conviene subrayar. Accedió a la Presidencia por decisión del Congreso y con el apoyo decisivo de Raúl Alfonsín, el máximo líder del radicalismo. La amplitud de ese consenso le permitió remontar la crisis de 2001. La magnitud del ajuste que ejecutó le anonadó las chances para postularse a la Presidencia en 2003, pero conjuró el caos.
Arquitectura y demolición
Se ha vuelto un lugar común señalar las similitudes entre el repudio colectivo a la política de 2001, condensado en la consigna “que se vayan todos”, y el de 2023, que encumbró al “outsider” Milei contra la casta.
Menos abordada es una diferencia capital entre ambos episodios. Al designar a Duhalde como presidente en enero de 2022, el Congreso nacional se comprometió institucionalmente con su interinato, mientras que Milei es producto de un proceso electoral en el que el Congreso, ámbito de representación de la política, no tuvo nada que ver.
El Congreso, en este marco, no expresa un acuerdo para salir de la crisis, como en el desemboque de 2001, sino la fragmentación de la etapa previa, con un agravante para Milei: la gravitación de su sector, La Libertad Avanza, es allí insignificante.
Duhalde asumió en 2022 con el instrumental y el respaldo para acometer la reversión de la catástrofe; Milei no, y debe conseguirlo o construirlo.
La superación de la crisis de la Convertibilidad demandó un esfuerzo de arquitectura política para restaurar los lazos del sistema con la sociedad, deteriorados por las penurias económicas. El presidente Milei, obsesivo y monotemático economicista, exhibe ante un escenario similar menos vocación por la arquitectura que por las demoliciones.
Gangrenas
Del embarazo al parto median nueve meses. La cigota libertaria se implantó en diciembre y se aproxima al plazo gangrenada por intrigas intestinas que tienen su expresión más nítida en el enfrentamiento de los hermanos Javier y Karina Milei con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Las reyertas repercuten en las exiguas bancadas parlamentarias, que se subdividen.
En la última estribación de estas polémicas, sobre el grotesco escandalete que se desató entra las filas libertarias de la Cámara de Diputados por una visita a genocidas y represores presos, Villarruel y el senador nacional Francisco Paoltroni rechazaron abiertamente el ingreso del controvertido juez federal Ariel Lijo a la Suprema Corte de Justicia de la Nación impulsado por los Milei y su hermano adoptivo, Santiago Caputo.
Esta fractura hace más ostensible una obviedad: Milei no puede meter a Lijo en el tribunal sin el acuerdo del kirchnerismo al que dice detestar. Es decir: Lijo solo es posible a través de una alianza contra natura para el credo libertario.
También Mauricio Macri, que dinamitó Juntos por el Cambio para respaldar a Milei en el balotaje del año pasado, objeta a Lijo y toma distancia.
Otros enclaves menores pero determinantes operan a través de alianzas parlamentarias de composición fluctuante, de acuerdo al tema, que asestaron en los últimos días una serie de golpes rotundos al Presidente.
Designaron al titular del radicalismo Martín Lousteau al frente de la comisión bicameral de Inteligencia y rechazaron en Diputados el DNU que asignó 100 mil millones de pesos a la SIDE, feudo del misterioso Santiago Caputo. En el Senado, por mayoría aplastante, completaron el trámite legislativo y sancionaron la ley de movilidad jubilatoria.
Caricatura
La era Milei comienza a convertirse en una síntesis caricaturesca del proceso de dispersión política nacional que se desarrolla desde hace 13 años. Los movimientos centrífugos escalan en su intensidad.
El peronismo kirchnerista acelera su descomposición en la sórdida trama de violencia y sexo desenfrenado de Alberto Fernández.
Macri, que destruyó la coalición que lo llevó a la Presidencia en 2015 para pactar con Milei, se deshace en acrobacias para tratar de retener gravitación, en un ejercicio tóxico de histeria mutua con el Presidente. En su última exhibición de funambulismo, desautorizó a los senadores del PRO que votaron por la movilidad jubilatoria.
El germen de poder de La Libertad Avanza dilapida su potencial y se divide en bandos que desafían al antes incuestionable Milei.
Casta invicta
La insistencia con Lijo para la Corte carece de explicaciones razonables o confesables. No podría el Presidente haber seleccionado figura más representativa de lo peor del Poder Judicial ni que lo obligara con tanta nitidez a comprometerse con el kirchnerismo.
Sin embargo, es otra la decisión que lo desnuda con más crudeza en su hipocresía e impericia política. Vetará la ley que compensa el arrebato al poder adquisitivo de los jubilados y establece la actualización mensual de sus haberes por inflación.
Es lo que ocurre con los líderes pigmeos: solo pueden derrotar a los débiles.
Las alharacas publicitarias que envolvieron con ribetes fundacionales al Pacto de Mayo ya son otro capítulo en las mistificaciones históricas.
Mientras el inconsistente orden libertario se ensaña con el saqueo a los jubilados para sostener el sacralizado equilibrio fiscal, la casta continúa invicta, engullendo a dos carrillos.
Fuente: El Ancasti