Que la convención partidaria se haya realizado en paz y armonía fue, para algunos radicales catamarqueños, un alivio. Para otros, en cambio, el pacto de silencio que acordaron las distintas líneas internas para evitar confrontaciones en la reunión del sábado, significó la postergación de debates imprescindibles que deben darse en ese ámbito como condición necesaria para que la UCR pueda reposicionarse como alternativa política en Catamarca.
Lo que la dirigencia evadió con el silencio es discutir las 26 designaciones de amigos y parientes de legisladores y exlegisladores radicales en el gobierno. También están en el listado algunos dirigentes que ocupan cargos partidarios o hasta integrantes de la última Junta Electoral de la UCR. Se evitó de ese modo probablemente un escándalo. El acuerdo previo a la convención no fue tan difícil de alcanzar: entre los nombramientos hay amigos y parientes de dirigentes de casi todas las líneas, de modo que son muy pocos los que pueden exhibir autoridad moral para cuestionar estas claudicaciones, que algunos juzgan menores y otros como extremadamente indecorosas.
Los dirigentes de menor peso y mucha militancia quieren sin embargo que ese debate se dé abiertamente y no en reuniones de mesa chica, cerradas y entre los mismos que presuntamente pergeñaron los acuerdos con el oficialismo provincial para impulsar las designaciones.
Sin espacio para la autocrítica, la Convención aprobó un documento que cuestionó a “la triada Corpacci – Jalil – Saadi”, a la que calificó, paradójicamente, como “benefactora de familiares y amigos”. Propios y de la oposición, podrían haber agregado.
Luego de otras críticas a las políticas del gobierno provincial, la dirigencia radical manifestó en el documento la necesidad de que el radicalismo tenga “vocación de gobierno”. “No queremos seguir siendo oposición, porque las necesidades y aspiraciones de la gente se resuelven gobernando con buenas prácticas políticas, destinadas al bien común de los catamarqueños, del presente y de las generaciones futuras”, manifiesta el escrito.
Como a nivel nacional, Juntos por el Cambio padece un proceso acelerado de disolución. El Pro, salvo una minoría de dirigentes, está a esta altura más cerca de La Libertad Avanza que del radicalismo y la Coalición Cívica. Por eso, el documento de la Convención realiza una convocatoria para formar una coalición pero sin mencionar a Juntos. Es bastante ambigua y solo excluyendo, explícitamente, al kirchnerismo. “Vamos a convocar a las demás fuerzas políticas que también quieran y anhelen el bienestar de los catamarqueños, vengan de donde vengan. Son los puntos de coincidencia los que nos van a unir en un gran frente electoral que represente una alternativa de gobierno que devuelva a Catamarca la dignidad y la esperanza que el Kirchnerismo arrebató”, señala el documento.
El radicalismo se encuentra en una encrucijada porque carece de una identidad que permita ubicarlo en el contexto político actual. A nivel nacional Martín Lousteau y un amplio abanico de dirigentes, algunos históricos y muchos jóvenes, ocupan un espacio en el centro, alejado del peronismo kirchnerista pero también marcando diferencias de fondo con el proyecto libertario. Otro sector, que encabezan gobernadores radicales y al que parece adherir el radicalismo catamarqueño, a juzgar por la tibieza del análisis nacional del documento de la convención, se muestra más cercano a la Libertad Avanza.
El desafío de que la UCR recupere la identidad seduce sobre todo a las nuevas generaciones de dirigentes y militantes. También en Catamarca. En esa tónica, el documento de la Convención finaliza con una reflexión que atrasa un poco: «Afuera de las puertas de los comités hay miles y miles de catamarqueños que esperan algo distinto y si nosotros no empezamos a poner el oído en la gente y, actuar en consecuencia, serán otros los que ocupen ese lugar». En función de los resultados de la última elección provincial, ese lugar ya lo empezó a ocupar La Libertad Avanza.