OPINIÓN
El paro por tiempo indeterminado al que convocó la semana pasada la conducción del Sindicato de Obreros y Empleados Municipales de la Capital (SOEM) rompe con el clima de buena convivencia que caracterizaba la relación entre el Ejecutivo Municipal y el gremio desde la asunción de la nueva comisión directiva, ocurrida hace poco más de dos años.
Desde entonces y hasta la actualidad se había establecido una relación razonable entre las partes. Los trabajadores municipales recibieron en este periodo aumentos de manera constante, que superaron los índices inflacionarios y permitieron, en consecuencia, recomponer progresivamente el poder adquisitivo de los salarios. De hecho, los empleados de la comuna capitalina pueden exhibir acuerdos salariales por encima de los que obtienen otros trabajadores públicos de la provincia y la región.
En un contexto de severas dificultades económicas por el ajuste fiscal practicado por el Gobierno nacional, con fuerte gravitación en las cuentas provincias y municipales, y una caída también pronunciada de la recaudación en el plano local, el planteo de recomposición salarial aparece como poco sensato, y la medida de fuerza convocada, cuando las conversaciones entre las partes se venían manteniendo de un modo fluido, aparece como una decisión apresurada. Cuando acaba de pagarse un incremento del 15%, última cuota de lo acordado en la última paritaria, el sindicato exige un incremento del orden del 50%. La inflación del mes pasado fue, según las cifras oficiales difundidas por el INDEC, del 8,8 por ciento, la más baja desde noviembre del año pasado.
El paro, además de romper el diálogo, somete a los ciudadanos de la Capital a las molestias que ocasiona por la interrupción de los servicios municipales y las movilizaciones en las calles céntricas.
Afiliados al sindicato que representa a los trabajadores municipales de la Capital creen ver como factor de entorpecimiento de la relación con las autoridades la reaparición del exsecretario general del gremio Walter Arévalo.
Al contrario del estilo dialoguista de Álamo, la conducción de Arévalo se basó en la apuesta permanente por el conflicto, a tal extremo que, en un hecho que no registra antecedentes, declaró una medida de fuerza antes de que el actual intendente asumiera la función, con lo cual Gustavo Saadi debutó como intendente con una huelga en marcha.
Esta etapa de confrontación permanente parecía haber quedado atrás, ya que en los dos años de la nueva conducción gremial no se concretó ninguna huelga general en el municipio, actitud que tenía sus fundamentos en los acuerdos logrados ante cada instancia de negociación. De modo que sorprendió sobremanera la reciente convocatoria a un paro por tiempo indeterminado cuando en la mesa de diálogo con las autoridades municipales apenas se había desarrollado una primera y única reunión.
La presencia de Walter Arévalo en la protesta desarrollada el último viernes arengando a los trabajadores generó malestar y disparó lógicas suspicacias entre afiliados al SOEM, que analizan que los viejos mecanismos de presión solo terminan perjudicando al asalariado. Con las negociaciones paralizadas, los aumentos salariales que ofrece el Ejecutivo se postergan. Además, la continuidad del paro expone a los trabajadores a sufrir descuentos en sus haberes. La ecuación es simple: no solamente no obtienen rápidamente los aumentos ofrecidos –lo que es vital en el actual contexto inflacionario- sino que se arriesgan a terminar pagando de su propio bolsillo los desatinos de una medida intempestiva e inconducente.