Con el triunfo de Alfredo Cornejo en Mendoza, los radicales cierran un ciclo electoral de excepción, si se consideran las frustraciones que venían acumulando desde la caída de Fernando de la Rúa en 2001 y los roles subalternos que les asignó el PRO de Mauricio Macri en Juntos por el Cambio a pesar de que proporcionaban la capilaridad federal a la alianza. Abrirán la incierta etapa que viene con el control de cinco gobiernos: además de Mendoza, tendrán Santa Fe, Jujuy, Chaco y Corrientes.
Cornejo se sostiene en una oleada generacional boinablanca que posicionó nuevas figuras con posibilidades de proyectarse desde los triunfos provinciales, como los gobernadores electos de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, y Chaco, Leandro Zdero.
El senador Martín Lousteau también puede inscribirse en este fenómeno pese a haber perdido las PASO por la Jefatura de Gobierno porteña a manos de Jorge Macri: estuvo muy cerca de dar el batacazo y las tensiones entre radicales y macristas en CABA no remiten, en una fisura cuya evolución dependerá de los resultados de las presidenciales. La divergencia porteña podría eventualmente hacer juego con los reverdeceres del interior en la reconfiguración del mapa del poder nacional.
Aunque el gobernador jujeño Gerardo Morales haya sido derrotado como compañero de fórmula de Horacio Rodríguez Larreta en las primarias, queda en pie dentro de lo que puede considerarse la vieja guardia porque retuvo Jujuy, donde los sucederá Carlos Sadir, moralista “paladar negro”. Completa el cuadro el gobernador correntino Gustavo Valdez.
De este modo, la UCR consiguió más de la mitad de las gobernaciones que se le anotan a Juntos por el Cambio. De las otras tras solo Chubut, con Ignacio Torres, puede considerarse del PRO. Marcelo Orrego, gobernador electo de San Juan, es de origen justicialista. Claudio Poggi, que batió al esquema del gobernador Alberto Rodríguez Saá en San Luis respaldado por el hermano del mandatario, Adolfo, registra precedentes boinablancas.
Juntos podría llegar a las 10 gobernaciones si el 22 de octubre gana CABA con Macri primo y Entre Ríos con Rogelio Frigerio, y sueña con embocar Provincia de Buenos Aires, la onceava, con el intendente de Lanús Néstor Grindetti.
El proceso de transformación que atraviesa la escena política se extenderá más allá de la definición presidencial, de modo que conviene subrayar la identidad partidaria de los emergentes. Sea quien sea, el próximo presidente estará obligado a reconstituir un tejido político que está muy dañado y a robustecerse desde la base que electoral obtenga. La fragmentación excesiva es nociva para el sistema, revertirla es de importancia capital.
En ese marco hay que interpretar los indicios de recuperación del radicalismo, que ya empiezan a impactar dentro de Juntos por el Cambio. Los mensajes boinablancas hacia sus socios comienzan a cobrar otra envergadura.
La equívoca posición en la sesión donde se aprobó la reducción del impuesto a las Ganancias de un grupo de diputados radicales acaudillados por Emiliano Yacobitti, del sector de Lousteau, fue duramente replicada por el propio Mauricio Macri en términos ideológicos. El expresidente aludió a la potencia contagiosa del “populismo” y recomendó a los radicales desempolvar el “lápiz rojo” de Eduardo César Angeloz.
Yacobitti le respondió hiriente, recordándole sus simpatías con Javier Milei, al que desacreditó también ideológicamente. Dijo que sería “muy difícil que los radicales voten a Milei” en un balotaje entre el libertario y Sergio Massa.
Otra advertencia a los macristas vino desde Salta. Gerardo Morales y Gustavo Valdez participaron del acto que encabezó Massa, quien los felicitó por el gesto de “unidad nacional”.
Mientras sus correligionarios se empoderan a nivel nacional, Flavio Fama, Francisco Monti y Alfredo Marchioli protagonizan la excepción catamarqueña: marchan con el paso cambiado, perdido el papel de articuladores de la oposición local y angustiados ante la posibilidad de que los libertarios los dejen terceros.
Fuente: El Ancasti