EN SU DÍA
Son como una raza resiliente en el mundo del periodismo y las actividades sociales, que, en medio de los avances tecnológicos y los cambios de hábitos se van adaptando a los avances de la modernidad, esquivando cuanto agente perturbador o situación adversa pretenda cruzárseles en sus caminos.
De los diarios, por ejemplo, han desaparecido los diagramadores, casi ya no existen los correctores, pero de los fotógrafos no se puede prescindir; la actualidad necesita de la foto como para “certificar” o dar veracidad a los hechos descritos por los periodistas. Y no solo por aquel aserto chino, sentenciando que “una imagen vale más que mil palabras”.
Pero claro, la competencia es feroz y desmedida por la irrupción de las redes sociales y el agresivo ímpetu de los “influencer”, que, ahora, con el más modesto teléfono digital te ilustran cuanta historia se les ocurra, sin infringir ninguna norma, ni incurrir en deslealtades.
Hasta los diarios de papel van desapareciendo; en La Rioja ya no existen y acá resisten dos, pero en los “digitales” las fotos resultan irremplazables, como soporte de la noticia.
El oficio se mantiene a pleno en las oficinas de prensa oficiales, como en la antigua SIP de la Casa de Gobierno, la Legislatura, los municipios, como conocemos a nivel local, y hasta con exigencias entre ridículas y sofisticadas como la de “hacer foco en el mentón” de Milei, para que no se le note la papada.
De esos menesteres se me vienen a la memoria Félix Ríos, Roly Heredia, José Balverdi o el “Ciego” García, alternando turnos con los diarios La Unión o El Sol, cuando el “Maestro” Carrizo llegaba desde Pomán, y más tarde con El Ancasti, donde irrumpieron los Contreras (Julio, Rodolfo y Enrique). La renovación en “Prensa” (oficial) llegó con el mismo “Quito” Contreras, Mario Quiroga o “Villita”, hijo del recordado “Piji” Villafañez, una “reliquia” en diario “de la Curia”, como se lo conoció inicialmente a ese medio, y donde también transitara «el Tatita» Soria y luciera un rodeíno silencioso y modesto: Angelito Vega.
Otra veta para los fotógrafos se abrió con la especialidad por disciplinas, donde “reinan” los hermanos Cabrera, ya sea en el automovilismo, especialmente el rally, o el MTB, que “Josema” practica hasta en los pedales.
O el “Beto” Morales, que abrió sus propias “páginas” con Villa Cubas, y el “Dale León” del club de sus amores, como también la de “Ring Catamarca” dedicado a la actividad de sus amigos boxeadores.
Además, “Beto” plasmó una singularidad muy especial al dedicar gran parte de su arte a la trayectoria del cantante cuartetero más popular y exitoso que diera esta provincia: Walter Olmos.
En lo personal, a Morales me une una historia de vida, precisamente por su vuelco al oficio de fotógrafo, cuando después del ’83, los compañeros de la “gloriosa JP” intentaban salidas laborales, más allá de las clásicas pintadas de campaña o la animación de los actos partidarios.
Con casi todos tuve y, con varios de ellos, aún mantengo un trato cotidiano, sobre todo por mi relación con este diario, en distintas coberturas deportivas, particularmente, frecuentando a verdaderos tipazos, tales como Héctor “el Chasqui” Pérez, Rubén Robledo, César Gómez, Wadi Saadi, Gustavo Roldán o Fabián González, además de algunos jovencitos/as con los que aún no he establecido demasiado vínculo, más que el saludo, sobre todo por mi “escapada” generacional trepada a los 70 y…
Otros, con el paso de los años, aprovecharon sus grandiosas experiencias en los diarios, para abrazar una tarea más vinculada a lo artístico/cultural, como hizo “Quito” Contreras, con sus públicas exposiciones, como la que encabeza su excepcional obra sobre la “suelta de un Cóndor, criado en cautiverio”, dando sus primeros aleteos en el cerro Ancasti.
O Mario Quiroga, con sus premiados trabajos como el del “golazo en la puna”, sobre un arco de palos atados con alambres y lonjas de cueros en Antofagasta de la Sierra, y más recientemente volcado a la literatura con creaciones como “El viaje maestro”, que él define “no solo (como) una historia de superación, sino de transformación”.
Como también Ariel Pacheco, que después de transitar los diarios se convirtió en un artista, cuyas obras de rostros y paisajes catamarqueños se exponen y se admiran hasta en el Congreso de la Nación.
Como estoy seguro de estar cometiendo imperdonables olvidos; igual les pido disculpas a todos los fotógrafos de las Iglesias, las plazas, o cualquier acontecimiento comunitario con los que pudimos cruzarnos y compartir un saludo, y no figuren en este sencillo homenaje que procuré hacer a mis queridos “camaritas” (era el equipo de los partidos interprensa), en su día.
Y saben una cosa, tal vez ya no sean imprescindibles; pero serán siempre necesarios…, aunque sea para recordarlos con afecto, como intentamos con estas palabras: Feliz día fotógrafos…
«Paco» Uriarte