Elsa Ahumada de del Pino (1924-2008) y sus «Crónicas catamarqueñas»

COLECCIÓN SADE- ESCRITORES CATAMARQUEÑOS POR AUTORES CATAMARQUEÑOS
Hilda Angélica García

Elsa Beatriz Ahumada de del Pino fue una caracterizada vecina de San Fernando del Valle de Catamarca, protagonista de una sociedad fiel a sus tradiciones, que conoce tanto por sus investigaciones históricas como por su pertinencia a aquélla y es una intérprete de los acontecimientos que cincelaron el espíritu de nuestro pueblo, de sus gobernantes e instituciones que contribuyeron a darle la dimensión de ciudad. Porque como dice Ángel Ganivet la diferencia entre pueblo y ciudad está en que la ciudad tiene espíritu, un espíritu que todo lo baña, la modela y la dignifica. La trayectoria de Elsa Ahumada como investigadora y escritora es valorada en los círculos culturales de nuestro medio, a lo que se agrega su actuación como prestigiosa docente, destacando su rectorado en el Colegio Nacional y su actividad universitaria. Ha publicado, entre otros libros, “Relatos nativos”, “Relatos catamarqueños”, “Un siglo de Educación Pública en Catamarca”, “Estampas históricas catamarqueñas” y el libro que hoy nos ocupa, “Crónicas catamarqueñas”.

Estas “Crónicas…” se abren con el informe del “Surgimiento de San Fernando del Valle de Catamarca”, para continuar con el capítulo referido a la Municipalidad, donde Elsa Ahumada explica:

“La prosperidad cauta y lenta de la ciudad colonial se debió a que por mucho tiempo se sintió fortaleza más que municipio.

Tal era el aislamiento que hubo entre ellas, que faltó la fusión a los pueblos, y la localista concentración de sus sentimientos patrióticos, les llevó a sentirse unidades apartes.

Una vez consolidada la conquista en los tiempos pacíficos del coloniaje, se inició cierto desarrollo industrial.

Las necesidades elementales de la vida fomentaron su industria ingenua y su intercambio por razones vitales.

La hermosa ausencia de odios de razas y de clases los llevó a que se sintieran poco a poco como hermanos”.

Este apartado tiene un epígrafe de Ricardo Piccirilli: “El historiador es un cincelador de verdades” y, dando de este aserto, la autora presenta una cronología de acontecimientos que arranca el 22 de junio de 1683, cuando en Las Chacras, el gobernador del Tucumán, don Fernando Mate de Luna, funda la Municipalidad de Catamarca.

Hacer historia es descubrir el sentido profundo del anecdotario de un pueblo. O la vida del hombre como la suma de sus pequeñas cotidianidades. Visto así, el discurso existencial debe leerse en cada una de sus palabras y el esfuerzo de interpretación será descubrir su gramática secreta. Cada hecho puede revelarnos el conjunto como dizque en los hologramas: a través de un retazo se puede reconstruir la imagen total que fue captada. En este caso, Elsa de del Pino nos entrega con una visión social y humana, sucesivos frescos de nuestro devenir histórico, respaldada por principios que en “Crónicas catamarqueñas” se presentan como epígrafes.

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