Deserción por causas estructurales

Editorial
La secretaria académica de la Universidad Nacional de Catamarca, Silvana Gordillo, admitió que a mitad del primer año de cursado se advierte una importante deserción. El fenómeno es atribuible a varios motivos, como por ejemplo la falta de preparación para un abordaje eficiente de los estudios en el nivel universitario, o los recursos económicos insuficientes. También hay otros problemas que inciden, que no son colectivos ni estructurales, sino individuales, como la elección de una carrera equivocada.

«La gran cantidad de alumnos genera muchas expectativas, le digo a mis alumnos que así como llegan, quiero que se sostengan también en el año, porque a veces la deserción se ve muy fuerte a mitad de año y ahí entramos a preocuparnos. En julio comienzan a bajar los brazos», señaló Gordillo.

La falta de preparación se refiere fundamentalmente a dificultades que surgen de la mala formación educativa que arrastran desde el nivel secundario, las que son recurrentemente detectadas durante las evaluaciones generales que suelen efectuarse. Algunas de estas carencias son sobre materias específicas, vinculadas con la carrera elegida, pero hay otras muy básicas, como las derivadas de la lectocomprensión. Es decir, los jóvenes que salen de la secundaria e ingresan a la universidad no terminan de entender lo que leen, las consignas que los docentes les plantean o interpretar los apuntes.

La formación educativa con la que llegan los estudiantes a la universidad no es, se entiende, responsabilidad de la universidad. Y tampoco es mucho lo que puede hacer en los primeros meses de cursado, más allá de dictar algunos contenidos básicos que puedan contribuir a mejorar la condición de los alumnos ingresantes. Se trata de un problema educativo estructural que demanda soluciones mucho más generales y que competen de un modo más directo a los niveles primario y secundario.

En lo que respecta a las restricciones económicas de muchos estudiantes para continuar sus estudios, hay algunas herramientas disponibles a modo de ayuda, como las residencias universitarias, el comedor estudiantil, o un sistema de becas más bien modesto. En un contexto de recorte formidable de su presupuesto, difícilmente la Universidad pueda expandir estas opciones, llegando a más jóvenes, sobre todo los del interior provincial, que a veces no pueden ni siquiera afrontar los gastos de transporte hacia la sede de la UNCA. Pero a la par de las gestiones y los reclamos para que Nación envíe más recursos, es posible también imaginar nuevas alternativas para ayudar a que los estudiantes no abandonen sus estudios superiores, o incluso accedan en el futuro a ellos.

La universidad pública es gratuita, pero en la práctica existen restricciones que marginan de los estudios a un porcentaje importante de la población juvenil. Procurar el ingreso de todos los estudiantes es un desafío que interpela a la universidad, pero también a la sociedad toda. Que estudiar sea un derecho para todos es un acto de justicia y equidad.

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