EDITORIAL
Un fenómeno digno de analizar es el voto de sectores empobrecidos a Javier Milei. En principio, la política de durísimo ajuste fiscal, de eliminación de derechos laborales y de repliegue pronunciado del Estado en materia de regulación de la economía y de ayuda social que el propio candidato libertario anuncia, debería ser suficiente argumento para que los votantes de menores recursos eviten apoyarlo en el cuarto oscuro. Sin embargo, aun en contra de sus propios intereses, una proporción importante de este sector social lo hizo.
Si bien los análisis para explicar el fenómeno son muy variados, un informe oficial publicado por el INDEC arroja algunas pistas. El estudio señala la tendencia de recuperación, desde el segundo semestre de 2021, de los puestos de trabajo perdidos durante la pandemia y la creación de otros nuevos, pero también explica que un porcentaje no menor de esos nuevos empleos son precarios. Especifica que durante la crisis sanitaria se perdieron casi dos millones de puestos de trabajo, y en el período de recuperación mencionado se crearon 3,1 millones, de los cuales solamente 900.000 fueron registrados, y el resto informales.
El informe, además, consigna que el 33% de los asalariados no estaba registrado en el primer trimestre de este año. Es decir, uno de cada tres trabajadores con salario carece de derechos laborales básicos. Pero también, al ser informales, los incrementos salariales de este sector no se rigen por paritarias pactadas entre gremios y empresarios, sino que son el resultado de la arbitrariedad de la patronal. Por consiguiente, el deterioro salarial es mayor porque los aumentos siempre pierden contra la inflación.
También una porción de los trabajadores registrados no gozan de empleos de calidad. Las distintas variantes del monotributo encajan en esa categoría, pues son los propios titulares los que afrontan el costo de la jubilación y de la cobertura social, aun cuando sus ingresos en la gran mayoría de los casos son por debajo de la línea de la pobreza.
Esta conjunción de falta de derechos laborales y poder adquisitivo cada vez más afectado generan una profunda insatisfacción entre los que atraviesan estas dificultades, que se canaliza, entre otras cosas, en un voto masivo hacia un dirigente que, desde el extremo del arco ideológico, es muy crítico de lo que denomina la “casta política”, como si él mismo no perteneciera a ella.
Si en el 2001 el desencanto de un amplio sector de la ciudadanía contra la dirigencia se tradujo en el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, en 2023 la desilusión se manifiesta por una doble vía: alto voto en blanco pero también a Milei, un candidato que no proviene de las fuerzas tradicionales.
El problema en este tipo de votaciones es que son apuestas casi a ciegas, es decir, se vota no por convicciones del proyecto que el candidato más votado encarna, sino por la decepción que el sufragante padece en la actualidad.