Ante la pasividad oficial, apostar al frío

EDITORIAL
Desde 2009, cuando irrumpió con fuerza en la Argentina, el dengue se ha transformado en una enfermedad endémica…

Desde 2009, cuando irrumpió con fuerza en la Argentina, el dengue se ha transformado en una enfermedad endémica. Antes de aquella fecha había casos aislados y años enteros en los que no se registraba ningún caso. Pero desde entonces, hace 15 años, los argentinos conocemos la enfermedad y nos hemos acostumbrado a convivir con ella.

Las campañas de concientización para la prevención y los operativos de fumigación lograron controlar relativamente la expansión de los casos en años anteriores. Pero en este verano han crecido significativamente, con muchos desenlaces fatales. A nivel nacional se contabilizan en lo que va de 2024 69 muertos, y en Catamarca, hasta ayer, 5.

Indagar en las causas de esta explosión de casos sería tarea ardua y compleja. Pero puede mencionarse cierto relajamiento en la población en la prevención domiciliaria y en los organismos del Estado en el mantenimiento de campañas de concientización y de fumigación ante la primera aparición de casos. En Catamarca, que figura entre las provincias más afectadas, evidentemente la tarea preventiva no se hizo o se hizo mal.

Eso para atrás. Hacia el futuro, aparece como muy preocupante la pasividad del Gobierno nacional, cuyos voceros ya han anunciado que no incluirán la vacuna contra el dengue, como recomendó la OMS, en el calendario oficial ni destinarán recursos para pauta publicitaria de campañas de prevención.

Manuel Adorni señaló que “la efectividad (de la vacuna) no está comprobada” y “vacunar ahora implicaría que la inmunidad la vas a lograr dentro de 4 meses cuando el mosquito no sea un inconveniente”. Los expertos hacen cola para refutarlo. El más enfático tal vez fue el biólogo molecular Ernesto Riesnik: “La inmunidad se ve enseguida, pero además la inmunidad dura mucho tiempo, vacunar ahora es ayudar ahora y después. ¿Por qué dice cualquier cosa?”, criticó.

Tal indiferencia oficial enoja, pero no sorprende. ¿Por qué suponer que el gobierno de Javier Milei destinará recursos a la prevención del dengue si no los destina para abastecer a los comedores en un contexto de crecimiento formidable de la pobreza, la indigencia y el desempleo?

El desfinanciamiento de los programas de salud en el que incurre el Gobierno nacional gravita también en el abordaje de la problemática. En muchos centros de salud no hay reactivos.

El gremio de ATE del área de salud viene denunciando estas carencias. Señaló a las jurisdicciones de la Ciudad de Buenos Aires, Salta y Córdoba como las más complicadas.

Tampoco se advierte que, pese a la emergencia, se incrementen programas de eliminación de criaderos o se implementen más medidas de control vectorial.

No hay difusión, asimismo, de políticas de coordinación interjurisdiccional, que en estos casos resultan clave. Cada provincia se las arregla como puede y, a lo sumo, ejecuta esa coordinación con sus propios municipios.

El panorama termina de complicarse porque son cada vez más las familias que no pueden apelar a medidas domésticas de prevención, como el uso de repelentes, por el descontrolado incremento de precio de este tipo de productos.

Quizás el otoño y el invierno, con sus temperaturas más bajas, logren lo que el Gobierno ni siquiera se propone lograr: aplacar el brote.

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