Mientras los gobernadores del Norte Grande le planteaban por enésima vez al ministro de Interior Guillermo Francos, con mucha diplomacia pero claramente, los reclamos por la significativa caída de las partidas por coparticipación federal y asignaciones nacionales no automáticas, Javier Milei defendía ante un foro empresario en Buenos Aires el carácter implacable e inflexible de la política de motosierra y licuadora que aplica para poner en caja la macroeconomía.
Las palabras del Presidente no permiten inferir que vaya a aflojar con el ajuste, pero los mandatarios no parecen encontrar más fórmula que someterse a las cíclicas sesiones de franela con Francos, único canal que tienen para hacer llegar sus inquietudes a una Casa Rosada cuyo corazón decisivo, compuesto por Milei, su hermana Karina, el jefe de gabinete Nicolás Posse y el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo, permanece blindado a cualquier gestión.
La de ayer en Salta fue la primera reunión de la Liga del Norte Grande de la era Milei. A pesar de que ningún mandatario abrigaba expectativas de obtener definiciones de Francos, tuvo asistencia perfecta.
El marco general es un cambio de agenda de Milei y sus “tanques virtuales”, que han abandonado la batalla retórica fiscal para concentrarse en otros frentes de conflicto como el de la composición de la Suprema Corte, las provocaciones a las organizaciones de derechos humanos con su versión de “memoria completa” sobre la dictadura y chicanas irritantes como el del cambio de nombre del Centro Cultural Kirchner, acuñada ayer.
Si no alcanzan para ocultarla, este tipo de maniobras sirven al menos para dispersar la atención del cruel escenario económico, sobre el que llamó la atención nada menos que el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Rodrigo Valdés, quien elogió el rumbo económico pero alertó por las consecuencias sociales de la implementación del plan para sostenerlo. El funcionario hizo estas manifestaciones en su alocución en el IEFA Latam Forum realizado en el Hotel Four Seasons, horas antes de que Milei desplegara allí mismo la defensa su programa destacando la asistencia a los sectores más vulnerables.
Los libertarios confían en la recomposición social que sobrevendría al rebote de la actividad económica. El problema político, para ellos, es la tolerancia social al ajuste, el largo de la mecha.
En este sentido, suponen que todavía les queda un margen importante para jugar con el desastre heredado de Sergio Massa y el kirchnerismo. Y en cualquier caso, esperan que los eventuales estallidos repercutan antes en los gobernadores que en la Presidencia.
Aunque esta secuencia de erosión diseñada por los libertarios comienza a ser cada vez más obvia, los caciques provinciales no saben cómo sacarle el cuerpo sin entrar en una confrontación directa con la Presidencia que podría llevarlos a la cesación de pagos.
En el contexto de esta encerrona, es significativo que el parte oficial del Norte Grande haya incluido ayer una advertencia del gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, el único que está alineado políticamente sin fisuras con Milei.
No es “amigable”; es un aliado y sin embargo sus declaraciones se difundieron en consonancia con los planteos del salteño Gustavo Sáenz por la falta de inversión en obras públicas y el corte de los subsidios a la educación, el transporte y la energía.
“Si sumamos todo esto, estamos viendo el impacto negativo en nuestras arcas financieras y a este ritmo vamos a empezar a tener problemas sociales en las provincias. Hay provincias que tienen déficit fiscal y por ende no pueden atender temas prioritarios como la salud o la educación. Vamos a tener que buscar un punto de equilibrio de ambas partes, que el gobierno nacional pueda funcionar pero incluir a las provincias. Que nos digan con qué conceptos vamos a compensar lo que las provincias hemos perdido en este tiempo”.
Advirtió Jaldo, no el kirchnerista riojano Ricardo Quintela.