OPINIÓN
Con característica astucia y la vista puesta en el trámite que todavía debe desarrollarse en el Senado, la casta sindical se abstuvo de celebrar el gran triunfo que obtuvo con la media sanción de la Ley Bases. Los festejos de Javier Milei y los libertarios, necesitados de exhibir a los mercados al menos un embrión de orden político, contribuyeron a ocultar el carácter inocuo de la llamada Reforma Laboral, que queda reducida a la ampliación de los períodos de prueba y deja incólumes las prerrogativas del sindicalismo en lo que concierne a la recaudación y la industria del juicio laboral.
Los artículos de la “modernización laboral” se redujeron de 58 a 16 luego de que se excluyeran los puntos objetados por la CGT.
La “cuota solidaria”, que los sindicatos embuchan compulsivamente de todos los salarios de los trabajadores de su rama aún cuando no estén sindicalizados, seguirá vigente con el nuevo régimen.
El “fondo de cese laboral” como alternativa a las indemnizaciones deberá ser constituido mediante convenio colectivo de trabajo. O sea: con un acuerdo entre las cámaras empresarias y el sindicato más representativo del sector.
Los “bloqueos” como mecanismo para presionar sobre las patronales quedaron exentos de penalizaciones.
Es una victoria de los “gordos” en toda la línea, que desmiente las inflamadas peroratas de Milei en contra de la casta.
En el mensaje que dio al Congreso al abrir el período de sesiones ordinarias, por ejemplo, cuando lanzó la propuesta del Pacto de Mayo, marcó al sindicalismo como uno de los objetivos de su paquete de “leyes anticasta”.
Dijo que promovería reformas para obligar a los sindicatos a elegir a sus autoridades a través de elecciones periódicas, libres, supervisadas por la Justicia Electoral y limitar los mandatos de sus dirigentes a un máximo de 4 años y una sola reelección.
También propondría que los convenios colectivos específicos que realizaran de manera libre los trabajadores de una empresa primaran por sobre los convenios colectivos del sector. «Vamos a terminar con esa locura de imponerle a la gente condiciones laborales un señor que no trabaja hace 30 años», disparó.
Puro jarabe de pico. Capaz haya que esperar hasta que “aplaste” a sus antagonistas en las elecciones de medio término el año que viene.
Con la “cuota solidaria”, los sindicatos mantienen la integridad de sus cajas.
El carácter optativo del “fondo de cese laboral” sostiene uno de los principales obstáculos para la toma de empleados por parte de las “pyme”, que es el altísimo costo de los juicios laborales por despidos.
El modelo es el sistema de la Unión de Obreros de la Construcción Argentina (UOCRA), con un esquema de seguros de desempleo que se financia con el depósito mensual por parte del empleador del 12% del salario durante el primer año de la relación laboral y el 8% a partir del segundo año. El dinero se deposita en una cuenta bancaria, genera intereses para el trabajador, es inembargable y de libre disponibilidad.
Al no instaurar este régimen, la reforma introducida en la Ley Bases estimula precisamente lo que dice combatir: la toma de trabajadores por el período de prueba, que sí se extiende. ¿Por qué tomar un empleado y arriesgarse a un litigio si se los puede ir reemplazando en sucesivos períodos de prueba?
En la reforma laboral de la Ley Bases es donde con mayor nitidez se advierten tanto las inconsistencias de Milei entre las palabras y los hechos como los verdaderos intereses que resguarda el sindicalismo, que son sus cajas.
Aparte, la abdicación libertaria frente a quienes dice combatir no tiene traducción en el terreno político: el sindicalismo de Pablo Moyano y sus colegas sigue presionando y se apresta para obtener más concesiones en las tratativas del Senado.
Hay que rendirse a la evidencia. La CGT, con los privilegios que perfeccionó con el dictador Juan Carlos Onganía, es la casta invicta.