Estabilidad sin redistribución: solo un dato estadístico

EDITORIAL
El gran objetivo en el mediano plazo del gobierno de Javier Milei es lograr una relativa estabilidad de precios. Es decir, una baja pronunciada de los índices inflacionarios, que en los dos primeros meses de su gestión acumularon una suba de casi el 50%. Ayer, el propio presidente avisó que marzo y abril serán los meses más duros, y que luego la inflación marchará a la baja hasta situarse en valores de un dígito mensual.

Esto sucedería en el segundo semestre del año. Hasta entonces, la inflación, según estiman los analistas financieros, podría haber alcanzado ya el 200% desde que el dirigente anarco capitalista asumió los destinos del país el 10 de diciembre del año pasado. Los incrementos salariales vienen muy por debajo del ritmo de evolución de los precios, por lo que se infiere que cuando se logre una relativa estabilidad de precios el poder adquisitivo de los asalariados estará muy deteriorado. En realidad, es precisamente la licuación formidable de los salarios lo que provocará la baja de los índices inflacionarios. El consumo estará en niveles de 2001 y la actividad económica sufriendo una recesión solo comparable en las últimas dos décadas con el 2020, año en que se desató la pandemia.

El costo de la política de estabilización de precios sería altísimo. En una carta enviada al FMI, los propios funcionarios del gobierno libertario admitieron a principios de febrero que por las medidas de ajuste tomadas en los primeros 50 días de gobierno había en la Argentina dos millones y medio de nuevos pobres. La natural tendencia de los efectos del plan de ajuste sobre la economía real impulsaría la pobreza a alrededor del 60% para cuando los precios se estabilicen, un porcentaje nunca antes tan alto desde que existen mediciones estadísticas.

Luego de la crisis de 2001-2002, era pobre el 56% de los argentinos. En 2015, según los datos del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, la pobreza afectaba al 28%. Con el gobierno de Cambiemos subió al 42% y la gestión de Alberto Fernández la impulsó al 44%.

Una suba de la pobreza del orden de los 16 puntos porcentuales en menos de un año implicaría una destrucción del tejido social muy difícil de revertir. Reducir la pobreza requiere de varios años de crecimiento económico, y siempre y cuando se genere, además de una evolución positiva del PBI, una política de redistribución del ingreso que beneficie a los sectores sociales más vulnerables, precisamente los perjudicados por el plan de ajuste.

La estabilidad de precios es un logro, pero insuficiente si es a consecuencia de un incremento descomunal de la pobreza, pero también de la indigencia y la desocupación. Hasta este 2024 el peor año de la economía argentina desde la recuperación de la democracia fue el 2001. Ese año hubo deflación. Es decir, los precios bajaron un 1,6%. De modo que si la estabilidad de precios no viene acompañada de una suba de los salarios considerable, que permita recuperar rápidamente lo perdido, será solo un dato estadístico.

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