ALEJANDRO ACOSTA
Lo primero que pasa cuando queremos escribir sobre Jorge Paolantonio es que uno no sabe por dónde comenzar. Fue un tipo notable de tantas maneras distintas, que el poeta no puede opacar al novelista, ni el dramaturgo al renombrado profesor de Literatura en lengua anglosajona en una prestigiosa universidad privada de Buenos Aires, o al crítico de teatro under para el Buenos Aires Herald.
Gran amigo de sus amigos, siempre cordial y lúcido, trató con cortesía a todos y en cada lugar en donde estuvo expuso con chispa e inteligencia, escuchó con atención detalles y observó gestos, hizo conjeturas, ató cabos sin borracheras ni excesos, excepto tal vez la ironía.
Su novela “Ceniza de orquídeas”, que tuve el honor de presentar en Catamarca, retrata la Buenos Aires del centenario de la Revolución de mayo, como telón de fondo del arribo de un muy joven Eugene O´Neill -el célebre dramaturgo norteamericano- a estas tierras, como marino de un buque mercante. Es una historia de amor en un burdel sórdido, una tragedia narrada con maestría. Por ella fue finalista del Premio Planeta y obtuvo el Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires (Bienio 2002-03).
En “La Fiamma, vida de ópera”, su última novela publicada, cuenta el itinerario vital y artístico de Franco Paolantonio, su antepasado, notable director de orquesta de principios del s XX. Su producción narrativa había iniciado con “Traje de lirio” y, posteriormente, “Año de serpiente” de la que Emeterio Cerro dijo: “Los pueblos de Paolantonio, al ser hervidos por un sol tedioso, adquieren esa bella viscosidad del ocio, esa fe poética de ancha noche”.
Para mi gusto, su novela más importante es “Algo en el aire”, editada en la colección biblioteca breve de Seix Barral, en Barcelona (2004). Fresco incomparable de la sociedad catamarqueña de los años ´40 del s. XX, refinada denuncia de la mojigatería local que se revuelve como un saurio ante la prédica de una feminista y la llegada de un profesor de francés que, para algunas damas, no encaja en el perfil solicitado. La novela rescata el sabor de los buenos chimentos de pueblo chico, las pujas por un buen partido, el sordo trajín de la calle Sarmiento, que Jorge tan bien conocía y las campanas de la catedral que todo lo saben. La crítica internacional la puso al nivel de novelas de Manuel Puig y Reinaldo Arenas.
En cuanto a su obra teatral, es bien conocida la serie de monólogos “Rosas de sal”, que la querida Blanca Gaete personificó magistralmente en innumerables puestas a lo largo y ancho del país. “¿Quién puede no conmoverse con estos personajes de Jorge Paolantonio? Siento que ha nacido un autor mayúsculo que vuelve a poner a Catamarca en el mapa del mejor teatro y lo celebro emocionado”, dijo de ella el profesor José Horacio Monayar. Si bien se publicaron, además de varias ediciones de “Rosas de sal”, dos tomos que reúnen diversas piezas(Teatro I y II) y “Un dios menor”, han de ser numerosas las obras inéditas, ya que podemos mencionar al menos dos que han sido estrenadas sin estar publicadas: “El horrendo crimen de la India Ynés de Huayamba”, representada en la Casa de Catamarca en Buenos Aires en 2015 y “La tristura” con la que cerró el excelente ciclo de la Comedia Municipal durante la gestión de Jalil como intendente, una obra que contó con música original compuesta especialmente y una puesta transgresora que, desgraciadamente, Jorge no pudo disfrutar.
Pero por deformación profesional voy a hablar ahora de su poesía, que ciertamente fue el inicio de todo. Publicó su primer poemario -Clave para abrir las pajareras-en 1973, diez años antes que su primer novela o pieza teatral y no dejó de escribirla nunca, al punto que su obra édita concluye con “78 RPM”, un libro de poemas.
En el artículo correspondiente de la Historia de las Letras de Catamarca, María Rosa Calás de Clark transcribe una carta personal de Jorge, en la que delimita los impulsos vitales que lo llevan a escribir: Emoción, Reflexión, Testimonio y Compromiso, equilibradamente buscando responder una búsqueda profunda, la de una reflexión raigal donde la forma comunicante se da a través de la calidad sintética y potenciada que sólo la poesía es capaz de dar.
Con Huaco obtuvo el premio municipal de Catamarca 1998 por libro de poesía inédito, galardón consistente en la publicación del poemario, lo que dio lugar a una situación demostrativa del valor que otorgaba Paolantonio a cada detalle de su labor como escritor. Aparentemente la edición local-tapa negra- no fue de su gusto por lo que prohibió que se distribuya, costeando de su bolsillo la tirada que circuló a través del sello Ediciones Del Dock -tapa amarilla-. Tengo en mi poder ambos ejemplares autografiados por el autor y es notable que, más allá de algunas chapucerías en la edición local, que provocaron una muy graciosa -e irreproducible- dedicatoria, la diferencia fundamental entre los ejemplares es que hay un salto entre ambos textos, producto de una nueva corrección del poeta, que ameritaría un estudio particular sobre su proceso creativo, que normalmente no es posible sin consultar los manuscritos originales.
Baus o la lenta agonía de las especies migratorias de 2014, su décimo poemario es un libro que siempre vuelvo a leer. Tiene un muy particular uso del espacio, cada verso está fragmentado en dos o tres secciones, la primera marginada hacia la izquierda y la última marginada hacia la derecha, por lo que el hueco que deja el verso en la página se encuentra en el centro, entre los fragmentos que, formalmente, le otorgan la apariencia de un texto en prosa justificado. Más allá de los valores adjetivos, la sustancia del libro, que pasa de situaciones oníricas a maravillosos retratos y paisajes, es reconfortante y en cada lectura revela matices antes no vistos ni escuchados. La magia de leer a un gran autor.
En una de sus últimas visitas a Catamarca, junto a mi amigo el poeta, actor y dramaturgo Idangel Betancourt, armamos un ciclo literario del que se llegó a realizar una única edición y que llamamos “El atracón”. En un hostel que funcionaba en calle Prado, sobre un fogón se preparó una cena que concluyó con un recital de poesía de Jorge, que en ese momento presentaba “78 RPM”. Afortunadamente toda la noche fue filmada, así que contamos con un testimonio claro de sus dotes y simpatía excepcionales y las reacciones del público. Allí pudimos saborear esos poemas escritos para ser leídos mientras se escuchan canciones que habrán poblado la infancia de los hermanos Paolantonio en el hogar familiar, en aquellos viejos discos de pasta que giraban a 78 revoluciones por minuto. Estaba feliz, pleno, chispeante y nos entregó una noche inolvidable.
Jorge Paolantonio es hoy un poeta fundamental para una nueva generación de escritores que ven en él, al igual que en el gran Leonardo Martínez, un símbolo de afirmación en las verdades más íntimas del ser humano y un referente de orgullo y dignidad ante la incomprensión y los dogmas.
Seguramente en ámbitos académicos se esté trabajando sobre su obra, pero como ya lo anotamos más arriba, es presumible que haya una gran cantidad de material inédito que sería bueno que se recopile, resguarde y -eventualmente- publique. Trabajo para las autoridades competentes que, ciertamente, será saludado con entusiasmo por todos sus lectores.
Pequeño balance
No sé qué cosas se precisan para soportar ese hechizo
de lo efímero, saber que se nos va borrando el nombre.
Patricia Álvarez
me quedo con el sol poniente
prescindo de menguantes o de lunas llenas
comulgo con quienes dan y piden poco
denuncio la molicie
tengo predilección por los sauces que lloran
maldigo la burla de los intemperantes
ni llego tarde ni estoy con los madrugadores
me doy en besos de amor que dura cien años
elijo ser feliz sin creer en las promesas
aborrezco a los maniqueos
estoy rodeado de poemas y gatos mullidos
flores que se secan demasiado pronto
escucho a los viejos más viejos de mi tierra
(esas almas con upite que lloran lo necesario)
lloro con el infierno de las beatas
río el paraíso de los niños empiojados
prendo incienso por mis modales travestidos
desvisto santos apago cirios me voy de fiesta
con los transparentes los velados a cajón abierto
elijo la ceniza y renuncio a regresar en carne
(de Baus o la lenta agonía de las especies migratorias)
